sábado, 27 de febrero de 2016

Microrrelato serie Mujeres



Tortilla francesa

No le tembló el pulso al abrir el frigorífico, sacar de la huevera los dos huevos señalados y batirlos en el plato mientras miraba a Tomas, su terrier querido que, recostado en la cesta de mimbre, la observada con sus ojos de almíbar.
Después de treinta años de una vida conyugal plagada de desavenencias e infidelidades y tras hallar un veneno letal que no dejaba rastro, había llegado el momento.
Cuando acababa de dar vuelta a la tortilla le oyó entrar, vocinglero, tambaleándose. Se notaba a leguas que había bebido. Tomas también debió darse cuenta de su comportamiento torpe y expansivo pues se replegó más si cabe en el cesto.
El hombre se sentó a la mesa y ella le puso la tortilla aderezada con endivias al cabrales. Se sentó de frente mientras él hablaba y hablaba y hablaba de unos cuadros del siglo XV que acababa de comprar a un anticuario. Por fin vio como se llevaba una endivia a la boca que masticó despacio. Luego bebió un largo trago de vino. Y otro más. No tengo hambre, dijo. Y antes de que ella pudiera reaccionar ya le había lanzado a Tomas la masa amarilla por los aires, como si de un bumerang maldito se tratase.


Relato inspirado en fotografía de Carmen Ruiz Mesa.

jueves, 18 de febrero de 2016


Quiero pensar



Quiero pensar en esta historia,

Quiero pensar que Ella y Él se conocen un día 18 de febrero, por ejemplo, a las 7 de la tarde, por ejemplo, contemplando el mar desde el faro.

Quiero pensar que después de fijar mucho rato la vista en el mismo punto incierto luego se miran, también mucho rato. Ellos, quiero pensar, con la mirada se dicen tantas cosas…

Quiero pensar que desde ese día 18, todos los 18 de cada mes, a la misma hora, 7 de la tarde, se reúnen en el mismo sitio para mirar el horizonte, para mirarse luego ellos.   

Quiero pensar que así llevan años, sin cruzar palabra, pero sin faltar a su cita. Quiero pensar que a Él le han salido canas en el pelo, a Ella, -todo normal, todo acorde al paso del tiempo-, arrugas en el rostro.
Menos este 18 de febrero que Ella le cuenta con voz suave pero atropellada, que tiene que irse de la ciudad.
“Me faltarán tus ojos”, dice Él, con el desamparo ahogado en la voz.   
“Cuando mires el mar continúa mirando un poco más, pues allá donde yo esté te estaré mirando también”.

Luego Ella se aleja y Él, sin volver la vista atrás, escucha cómo sus pasos se pierden en la lejanía, hasta que ya no oye nada, ni siquiera el vaivén incesante de olas. Y así se queda, como una estatua, los brazos estirados a lo largo de cuerpo, hasta la que la noche cerrada impide que veamos lo que sucede después.


Quiero pensar que las cosas pasaron así, aunque también, ya lo sé, podrían haber ocurrido de algún otro modo. 

domingo, 7 de febrero de 2016


Microrrelato de domingo 
Serie Mujeres


En uno de sus arranques de solidaridad, un día por ti otro por mí, había quedado para cenar esa noche con su amiga que había enviudado recientemente. Eligieron un restaurante chic, uno de esos lugares en los que la mesa está decorada con flores de madreselva y velas. En mitad de la comida se presentó la hija de su amiga. Venía de una entrevista de trabajo. Se volcaron con ella. “Ya verás cómo tienes suerte y te llaman, tu profesión está en auge, además talento te sobra”. Evitaron a toda costa hablar de él, pero las veces que habían quedado siempre se sentaba de frente, y a los postres, mientras se llevaba a la boca la tarta de nata y nueces, fue plenamente consciente de su ausencia. Al salir del restaurante la hija se marchó, ellas decidieron tomar una última copa en un lugar íntimo. Fue entonces cuando, en un arranque de debilidad, su amiga le confesó en voz baja que le echaba de menos. Luego continuó hablando de su próximo viaje a Taiwan, de los libros que había leído, de las pelis que había visto, de las obras de teatro que había presenciado. “La dama del perrito de Chejov, la dama del perrito no te la pierdas”. Cuando llego a casa le pareció que no podía con su cuerpo, toda su energía estaba desgastada. Por eso cogió el móvil, llamo a su amiga noctámbula, le contó la cena, su esfuerzo por llenar ese vacío. Ésta entendió muy bien, como si ella hubiera pasado por ese trago en algún momento. 
No lo había pasado, pero también era una esponja, llevando al papel cuantas cosas de la realidad le conmovían. Nada más colgar cogió un folio en blanco, escribió: “En uno de sus arranques de solidaridad, un día por ti, otro por mí, había quedado…”

Foto de Carmen Ruiz Mesa
Corazón



El corazón
toc
 está hecho
toc toc toc
de intrincados pasadizos
toc
que conducen a azules cuartos
toc
donde habitan los suspiros
(..........)
que la razón
d
e
s
a
t
i
e
n
d
e